Homilía del 22 de Marzo de 2020:

Del evangelio de hoy. Hay que leerlo primero (Jn 9). Después se entenderán mejor estas reflexiones. Ciego. Nunca vio. No pudo ver a Jesús, solo oírlo. Como nosotros. Ni siquiera le pide nada. Pero sabe razonar. Y creer: Hace lo que le dice. ¿Quién tiene la culpa? Dicen los discípulos. Otro culpan a Dios directamente. Otros ven pero no lo suficiente. Aferrados a sus prejuicios no son capaces de ver lo que todo el mundo puede ver porque todo el mundo puede ver porque sucede ante sus propios ojos. Dios tiene que actuar como ellos dicen. Este segundo tipo de ceguera es peligroso: Para sí y para los demás. Se llama fanatismo. Pero hay otros personajes especialmente penosos: Los padres. Saben mejor que nadie lo que ha pasado pero no se atreven a sacar las consecuencias: “Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero como ve a ahora, no lo sabemos; y quien le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse”. Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Dios respeta nuestra conciencia: Nos va a judgar por lo que somos capaces de ver. Pero hay que ser coherente con lo que se ve si no queremos acabar ciegos del todo: cfr. La enseñanza del CEC (Catecismo de la Iglesia Católica) sobre conciencia.

Los cristianos no podemos ser fanáticos: Nunca terminamos de ver, porque estamos aún “en la ardiente oscuridad”. Fanático es el que cree que lo ha visto todo y que lo sabe todo. Pero tampoco podemos ser cobardes y no dar testimonio de lo que sabemos que es verdad. Pedir al Señor que nos haga sinceros y humildes.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.